El día 3 de Francisco en Colombia desde tres ángulos

Fue una jornada de llanto y perdón, en la que hasta un mártir de yeso conmovió al papa. Con la emoción a flor de piel, Francisco volvió a hacer gala de ser un hombre conectado con el gusto de los colombianos.


Papa Francisco indígenas Colombia

AFP PHOTO / Alberto PIZZOLI


Perdón indígena:

Los indígenas colombianos, una de las grandes víctimas de la cruz desde los tiempos de la Conquista, tuvieron su momento de sintonía con el papa.

En la misa, representantes de varias comunidades nativas le entregaron un bastón de mando, símbolo sagrado de autoridad, le encajaron un sombrero ‘vueltiao’ de alas anchas, típico del norte, y le colgaron un collar de semillas.

Pachacanchai, un joven del pueblo indígena Yanacona, asentado en el departamento del Cauca, uno de los más azotados por la guerra fratricida colombiana, llegó a Villavicencio para perdonar.

Aunque no es católico, atravesó medio país durante cuatro días junto a una delegación de su pueblo para “hacer la paz con la religión”, dijo a la AFP.

Mientras masca poporo, una mezcla de yerbas ancestrales, pide que les respeten su visión cosmológica. “Como sabios de la naturaleza tenemos la capacidad de dar un perdón (a la iglesia) con lo que sucedió” desde la Conquista.

Francisco tocó una de las fibras más sensibles de los pueblos originarios: la defensa de la naturaleza, de la Madre Tierra.

Palabra de Juanes:

Antes de ver a la cara a víctimas y verdugos arrepentidos, Francisco le hizo un nuevo guiño a los anfitriones.

Si la víspera fue Gabriel García Márquez el artista más citado por el pontífice, el viernes le tocó a Juanes, uno de los cantantes colombianos más célebres y tal vez el más comprometido con la paz.

“Un compatriota de ustedes lo canta con belleza: ‘los árboles están llorando, son testigos de tantos años de violencia. El mar está marrón, mezcla de sangre con la tierra'”.

En plena misa, el papa citó una estrofa de Minas Tierras, una canción compuesta por Juanes en 2007 luego de conocer a 35 sobrevivientes de minas antipersona.

Un mártir de yeso:

El drama colombiano entró en la imaginería católica. Ennegrecido y mutilado durante una masacre que dejó 79 muertos en 2002, el Cristo de Bojayá fue puesto en el centro del acto donde el papa se conmovió con cuatros testimonios de horror del conflicto.

“Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es ‘más Cristo’ aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo”, dijo el papa ante las víctimas. AFP


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