Cráter Chicxulub arroja pistas de última era glacial y enigmas sobre anillo

Los científicos de la primera misión que exploró un cráter por impacto de asteroide bajo el mar encontraron evidencia de que el nivel oceánico era más bajo durante la última Edad de Hielo que ahora.

La titánica Misión 364 para estudiar el cráter Chicxulub, que mide unos 200 km de diámetro y se encuentra en el Golfo de México, busca descifrar el misterio de la extinción masiva -incluida la de los dinosaurios- que trajo el asteroide hace 66 millones de años, así como descubrir cómo rebrotó la vida e incluso encontrar pistas sobre la posibilidad de vida en otros planetas.

Pero los primeros resultados han traído “sorpresas”, dijo este miércoles Jaime Urrutia, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y líder de la misión, durante una conferencia de prensa en el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Sin buscarlo, los científicos confirmaron que el nivel del mar estaba mucho más alejado de la línea de costa actual en la última glaciación, que comenzó hace unos 110.000 años, tuvo su apogeo hace unos 20.000 y terminó hace unos 11.000 años.

Durante las perforaciones submarinas en el cráter, a 33 kilómetros de la costa, “se descubrieron unas estructuras en el piso en forma de círculos (…) La  única forma en que se construyen es por disolución de carbonato y para que se disuelva el carbonato tiene que estar expuesto al aire.Entonces, “la península (de Yucatán) era literalmente más grande” entre 23.000 y 18.000 años atrás, subrayó sonriente. Esto hace suponer a los científicos que en ese periodo, el cráter se encontraba por completo en área continental y no como ahora, con una mitad bajo el Golfo de México y la otra sobre la península mexicana: Jaime Urrutia.

 


cráter

Archivo, mayo 07, 2016, muestra el barco de soporte L/B MYRTLE, plataforma científica.AFP PHOTO / RONALDO SCHEMIDT


El misterioso anillo

Chicxulub presenta una enigmática particularidad que no tiene ningún otro cráter en la Tierra: cerca de su centro se erige una cordillera circular -con un radio de unos 30 km- conocida como “anillo de picos”, que alcanza los 500 metros de altura.

Y fue justamente sobre uno de estos picos que a principios de abril se instaló la plataforma Myrtle, donde geólogos, paleontólogos y microbiólogos del mundo acondicionaron sus laboratorios durante dos meses para estudiar la huella que dejó el asteroide en el Cretácico.

Perforaron con maquinaria pesada un delgado túnel de 1,5 km de profundidad bajo el suelo marino y extrajeron más de seis toneladas de roca para estudiarla.

Según los expertos, el cráter -de unos 25 km de profundidad- se formó en unos cuantos segundos luego que el asteroide -de 12 kilómetros de diámetro- impactara a una velocidad de 30 km por segundo, la misma velocidad a la que gira la Tierra alrededor del Sol.

Uno de los enigmas de los científicos es saber cuál es la naturaleza de las rocas que forman la cordillera y cómo fue que se moldeó.

Ligia Pérez, del Instituto de Geofísica de la UNAM y quien también trabajó en la plataforma, dijo que los análisis confirmaron que el anillo está formado por rocas de basamento. Lo que los científicos aún no pueden explicarse es cómo fue que esas enormes cantidades de roca fundida y granito se petrificaron como picos.

Los primeros resultados indican que estas rocas sufrieron una deformación dúctil, es decir, fluyeron “como gelatina” hacia arriba, pero mientras la roca estaba fundida, el granito no muestra datos de calentamiento: Urrutia.

Estos dos procesos tan distintos “ocurrieron de forma simultanea y juntos”, lo que abre nuevas líneas de investigación sobre deformación de rocas a presión y temperaturas muy altas en tiempos extremadamente cortos, abundó.

Los resultados obtenidos hasta ahora fueron publicados en la revista Science y los análisis continúan en laboratorios especializados de Bremen, Alemania. AFP


 

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