Millenials

Por: Andrés Quintero Olmos.

El término millenials acoge a todos los que nacieron a partir de los años 80 hasta finales de los años 90. Es la generación que hoy, más o menos, tiene entre 18 y 35 años.

A los millenials se les tilda de ser malcriados, de creerse con más derechos que obligaciones, de ser egocéntricos y perezosos. Es la generación sobreprotegida que siempre ha sido el centro de atención de los padres. Son muchas veces hijos únicos, consentidos, impacientes, que desde pequeños les han dicho que son especiales y que lo más importante no es competir sino participar. Es la generación de las medallas de participación, del Wifi gratis y del bufé ilimitado (“all you can eat”). Es la generación del poco esfuerzo y de la inmediatez que con un solo clic recibe cualquier tipo de objeto o servicio deseado. Los millenials ven el trabajo como una tarea fácil que solo es pertinente y apasionante si el impacto que genera es rápidamente tangible.

Pero la realidad es que no todo es color de rosa. A los millenials se les acaba su “Disneyland” cuando se enfrentan al mundo laboral y a la crudeza del mundo real.  Es, por tanto, la generación que ha tenido más dificultad hasta hoy para integrarse en la vida profesional, precisamente porque no entiende el trabajo como una disciplina. El resultado de este choque de realidades es el aburrimiento, la inestabilidad y la falta de autoestima frente a sus mayores. Lo cual conlleva a ciclos de depresión que sólo son compensados por las redes sociales y el materialismo compulsivo y la correspondiente dopamina adictiva que producen.


jóvenes estudiantes aprendizaje interactivo

Imagen cortesía de Imagerymajestic en FreeDigitalPhotos.net


Así las cosas, los millenials tienden a tener relaciones personales insanas y lacónicas. Sus interacciones amistosas, familiares y amorosas siempre se han construido de manera superficial a través de las redes sociales. Desde la conquista amorosa por Messenger, Facebook o WhatsApp, hasta la unión familiar con los primos se materializan mediante el uso de la tecnología donde los emoticones traducen sentimientos impersonales y distantes. No es que los millenials no sepan interactuar físicamente, es que tienen más dificultad en hacerlo que sus antecesores.

Pero no todo es negativo, los millenials tienen una vertiente positiva inconmensurable: parecen tener más valores que sus antecesores. No es una caricatura. Para muchos millenials cualquier acción tiene que poseer un valor moral. Desde la compra de productos y servicios con estándares sostenibles con el medio ambiente y los derechos humanos, hasta la participación en economías solidarias que producen mayor bienestar. Para ellos el concepto de propiedad no es primordial: las cosas no se adquieren, se alquilan mientras se usan.

Es la generación de la uberización de la economía, de los productos personalizados a partir de un comercio abierto y sin intermediaros, de la financiación colectiva (“crowdfunding”) y de la economía cooperativa (“sharing economy”). Pueden ser más apolíticos que sus mayores, pero son más éticos. Viajan más, toleran más la diferencia y observan a la multiculturalidad como una riqueza. Ven en la corrupción y en la falta de democracia, el origen de todos los males.

Repudian a los extremos ideológicos, son más de centro y no ven a la política como el único medio que genere cambio social, lo cual augura optimismo ante una sociedad del espectáculo sin rumbo.


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