La exclusión colombiana

Por: Andrés Quintero Olmos.

Ojalá nos diéramos cuenta de lo cerrada que es nuestra sociedad. Los colombianos no sólo nos excluimos entre nosotros sino que también excluimos lo extranjero. Prueba de esto es que, según datos del Banco Mundial, somos uno de los países del mundo que tiene la menor proporción de gente nacida en el exterior: sólo el 0.2% de los colombianos es nacido por fuera.

Si comparamos este dato con el de Estados Unidos o Australia, que tienen respectivamente una proporción de 13% y 20%, nos damos cuenta que somos un país exclusivamente de colombo-colombianos, muy a pesar de que tengamos alrededor de 2.5 millones de nuestra gente viviendo en el exterior.

Criticamos mucho a Trump por querer endurecer las políticas migratorias de Estados Unidos pero nadie se ha preguntado si nuestras propias leyes son más flexibles. Múltiples extranjeros queriendo residir en Colombia han manifestado su inconformidad en cuanto a la cantidad de trabas y el sistema engorroso que tienen nuestras normas y oficinas de migración. Por esta razón es que el profesor de Harvard, Ricardo Hausmann, señaló (en entrevista con Portafolio 13/11/2016) que “a Trump le encantaría tener una política migratoria como la de Colombia” que deporta a cualquier indocumentado (ej. los refugiados cubanos). Una muestra de esto es que, según datos de Migración Colombia, durante 2014, solamente 8.639 extranjeros recibieron una cédula de extranjería permanente. ¡Qué ridiculez! Por eso es que absurdamente sólo 110 mil extranjeros viven en Colombia.


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Imagen cortesía de Steafpong en FreeDigitalPhotos.net


Estas cifras también demuestran que, además de no recibir casi ningún flujo migratorio permanente del exterior, los hijos de colombianos nacidos en el extranjero casi nunca regresan al país de origen. Personalmente, he vivido muchos años en Europa y la gran mayoría de estos colombianos -nacidos allá- jamás regresarán al país. Pero, con qué ganas lo van a hacer, si cuando uno regresa aquí la sociedad hace todo para excluirlo.

Por un lado, homologar un título educativo extranjero, obtener la tarjeta militar para poder trabajar, conseguir el arriendo de una vivienda, obtener un préstamo bancario o traer un dinero del exterior son unas odiseas kafkianas inimaginables. Por otro lado, culturalmente sólo valen los modales nacionales, no hay flexibilidad ni tolerancia para otra idiosincrasia ni otro tipo de lenguaje.

La realidad es que, hoy, nuestra población no recibe casi ninguna influencia exterior, de ahí nuestro hermetismo cultural y nuestra falta de competitividad económica, porque entre menos es abierta una sociedad, menos fluye la creatividad. Juramos que a los extranjeros les encanta Colombia, que nuestro país es lo máximo para ellos, lo cual puede ser verdad en cuanto a turismo, pero resulta que casi ninguno de estos se queda a vivir aquí o les cerramos la puerta para hacerlo.

Es cierto que la violencia del país ha sido un claro obstáculo en el pasado, sin embargo últimamente las cosas han venido evolucionado. El problema es que el contexto cambia, pero las mentes no, y no nos damos cuenta del costo de este estancamiento.


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