¿Cómo incluir a todos al hacer el seguimiento del objetivo global educativo ODS #4?

Por: Aaron Benavot.

Director del Informe GEM

Blogs Edu UNESCO GEMEs difícil tratar exhaustivamente este asunto en un solo artículo. Lo desarrollamos de un modo extenso en el siguiente Informe GEM, que se publicará el 6 de septiembre. Pero también lo presenté hace unos días en la Semana de Conferencias sobre Educación celebrada en Oslo, junto con Silvia Montoya del Instituto de Estadísticas de la UNESCO, Justin Van Fleet del Informe de la Comisión Internacional para Financiar la Educación y Jo Bourne de UNICEF.

¿Qué es lo que sabemos? El Informe GEM ha trabajado mucho para ayudar a exponer en toda su extensión los retos de los que están marginados. Hemos mostrado que….

  1. los más pobres tienen cuatro veces más probabilidades de no asistir a la escuela y cinco veces más probabilidades de no terminar la educación primaria que los más ricos;
  2. desde el año 2000 ha crecido la proporción de niños que no asisten a la escuela en países afectados por un conflicto;
  3. cerca de dos tercios de los adultos con alfabetización mínima son mujeres;
  4. el 40% de la población global no recibe educación en una lengua que hable o comprenda;
  5. los niños refugiados tienen cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela que los no refugiados.

Se hace evidente, pues, la necesidad de mejorar la inclusión de todos en la educación y los aspectos clave de este reto. La agenda ODS asume este reto con dos objetivos dedicados plenamente a la “inclusión de todos”: el ODS 5 sobre igualdad de género y el ODS 10 sobre la reducción de las desigualdades. Hay mucho por cumplir.

Así, pues, ¿cómo observamos si los países están mejorando o no en ese sentido?

El Informe GEM tiene una Base de Datos sobre la Desigualdad Mundial en la Educación (WIDE, en sus siglas en inglés) que ha ido registrando las disparidades en educación desde el año 2012 con datos de más de 160 países. Se puede separar por países y demuestra la magnitud de la brecha en educación según la riqueza, lugar, género, lengua y otros criterios. Sirve como instrumento fundamental para que los responsables de políticas y los donantes sean conscientes del reto de la educación y puedan emplear sus recursos de la forma más adecuada. Sirve también como indicador para los que hacen campañas y para los que revisan el progreso como nosotros, pues señala si las diferencias se están acortando o simplemente siguen igual.

Los riesgos que conlleva un agenda muy ambiciosa.

1El Informe GEM ya ha mostrado que, al ritmo actual de progreso, no se alcanzará para el 2030 ni la educación secundaria básica ni la educación secundaria superior universal. Por ejemplo, se prevé que en los países de renta baja y media un 76% terminará la educación secundaria básica en 2030, y no se llegará al 95% hasta la década del 2080.

Asimismo, se prevé que en los países de renta baja y media un 50% completará la educación secundaria superior en 2030, y no se alcanzará el 95% hasta finales de siglo. Esto no debería sorprender a nadie. Incluso a los países de renta alta les queda mucho para alcanzar la educación secundaria superior universal.

… y los más pobres son los que tienen más probabilidades de quedarse atrás.


La base de datos WIDE muestra que, de 94 países, los más ricos han completado al menos 12 años de educación (la meta que se marcaba el ODS) en 36 países, pero eso mismo solo se puede decir de los más pobres en 3 países.

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3Además del énfasis en la inclusión del objetivo en general, hay un objetivo específico (el 4.5) centrado en las desigualdades en la educación.

La manera oficial como se medirán será con índices de paridad para todos los indicadores de educación, desglosando la finalización de la educación primaria o los resultados del aprendizaje por países ricos y pobres, por ejemplo, y por áreas rurales y urbanas.

Pero otros indicadores incluyen la observación de los porcentajes de estudiantes de educación primaria cuya primera lengua o lengua que hablan en casa es también la de instrucción. Incluyen indicadores que preguntan en qué medida los recursos educativos  se destinan a la población desventajada, o cuál es el gasto educativo por alumno por nivel educativo y fuente de gasto, lo que destacaría la carga que supone para los hogares de muchos países. Además se observará qué porcentaje de toda la ayuda a la educación se destina a los países más pobres.

Nuestro informe analizará cada uno de estos aspectos desde ahora hasta el 2030 y contribuirá a descubrir en qué medida los países siguen este camino. Únete a nosotros para que se conozcan mejor estos hallazgos y el trabajo que aún queda por hacer.

El seguimiento del progreso encierra retos.

Todo esto no va a ser una tarea fácil. Para empezar, aún no hay consenso respecto a cómo medir las disparidades en educación.

Sí, es fácil usar el índice de paridad, que nos dice el número de niñas frente al de niños en una clase, por ejemplo. Pero, ¿es esta la mejor manera de calcular la brecha educativa? El Grupo Técnico Consultivo que ha estado trabajando en la lista de las maneras que deberíamos emplear para revisar el progreso educativo ha considerado otras posibilidades distintas.

4Lo que está claro es que no se debate tanto la forma de  medir la igualdad en la educación como la forma de medir la igualdad en la salud. Sin embargo, el surgimiento de un nuevo grupo interinstitucional sobre la desigualdad en educación, nacido de la cooperación entre el Instituto de Estadística de la UNESCO (UIS, en sus siglas en inglés) y el Informe GEM, además de otros colaboradores, debería ser un buen foro potencial para este tipo de conversaciones.

En segundo lugar, hay muchos grupos vulnerables que aún no se han identificado fácilmente y a menudo varían según el contexto: por ejemplo, las personas con discapacidad y las que viven en asentamientos ilegales, comunidades nómadas, instituciones (cárceles orfanatos) y barrios muy pobres.

Una parte del motivo por el cual la gente con discapacidad no recibe más atención en los debates sobre políticas es porque se dispone de datos muy limitados sobre sus necesidades. Asimismo, cuando el Informe GEM se reunió con ACNUR recientemente para abordar este asunto se hizo evidente lo fragmentados que están los datos sobre las personas desplazadas por la fuerza.

En tercer lugar, la forma como se nos anima a observar si todas las personas se incluyen en el proceso educativo o no es por resultados, y con eso me refiero a cuántas niñas asisten a la escuela comparadas con los niños, por ejemplo, o cuántos aprenden.  Sin embargo, aunque esto ayuda a identificar los problemas que deben abordarse, se ignoran los procesoslas vías que contribuyen a esos resultados.  Estos pueden ser discriminación, por ejemplo, o estereotipos arraigados que puede que aún contengan algunos libros de texto o currículos.

Para realizar un seguimiento real del progreso hacia la igualdad tenemos que profundizar en el tema y emplear marcos de trabajo más matizados, y no simplemente esperar “resultados”. No es fácil, pero ello no significa que no valga la pena hacerlo. Puede que las políticas y prácticas que han conseguido que el 90% de las personas en edad de escolarización accedan a la educación sean menos efectivas para el 10% restante. Ya que se enfrentan a obstáculos especiales. En otras palabras, no debemos tomar atajos. La tortuga es la que ganará la carrera, no la liebre.


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